• Cirugía de la epilepsia

     De manera global, el 70-75% de los pacientes con epilepsia están correctamente controlados con tratamiento médico. Pero nos encontramos con un 25-30% de casos en los que los fármacos antiepilépticos no consiguen suprimir o reducir significativamente las crisis, lo que no sólo tiene repercusiones sobre el estado de salud de los pacientes sino sobre aspectos psicosociales, laborales y de calidad de vida.
    El concepto de epilepsia refractaria (ER) o resistente a fármacos o epilepsia de difícil control (EDC), como se denomina de forma más reciente, ha sido y es un punto conflictivo en cuanto a su definición. Se han tenido en cuenta distintos criterios, como el de frecuencia de crisis, número de FAE probados, tiempo de falta de respuesta y duración de la epilepsia que han dado lugar a definiciones muy variables. La definición actual propuesta por la ILAE (Kwan, 2009) considera como ER o EDC a aquella en la que no se ha conseguido una evolución libre de crisis epilépticas tras dos ensayos terapéuticos de FAE, tomados en monoterapia o asociados, siempre que sean apropiados al tipo de epilepsia y tomados de manera adecuada. Se define”evolución libre de crisis epilépticas” a la ausencia de cualquier crisis, incluidas auras, durante un periodo de un año desde que se instauró el tratamiento o bien un tiempo mínimo que ha de rebasar tres veces el tiempo máximo entre dos crisis epilépticas que tuvo el paciente antes de iniciar tratamiento.
    Es en estos pacientes en los que hay que plantearse terapéuticas alternativas a los fármacos antiepilépticos. La cirugía es la principal opción que pretende la mejoría de pacientes con ER. Su objetivo es la extirpación de la región epileptógena sin que conlleve secuelas importantes para el paciente. Los pacientes candidatos a cirugía han de ser sometidos a un riguroso estudio prequirúrgico que garantice que el procedimiento llevado a cabo tenga una alta probabilidad de éxito.