• Anatomía vascular venosa de la medula espinal

     De las redes capilares intramedulares nacen las venas medulares, tanto en la sustancia gris como en la blanca, discurriendo perpendiculares hasta la superficie. En la superficie se anastomosan en una vasta red perimedular (Testut et al; 1984).
    De forma paralela a la circulación arterial se forman las venas espinales anterior y posterior (sólo una vena, que discurre por un único surco medio posterior, generalmente más gruesa que la arteria), (Melissano et al; 2009), y las venas anterolaterales y posterolaterales (Carpenter; 1992). Además, las venas longitudinales se conectan entre sí por las venas coronales, que rodean la médula formando otra red extramedular. La circulación venosa se continúa por las venas segmentarias o radiculares, que acompañan de salida del canal medular a las raíces nerviosas, aunque en un número menor que las arterias (unas 6 a 9 en la cara anterior y unas 5 a 10 venas radiculares posteriores), hasta desembocar en el plexo venoso vertebral interno y, desde éste, termina drenando a la vena cava superior a través de las venas vertebrales (a nivel cervical), intercostales (a nivel torácico), y lumbares.
    A diferencia del sistema arterial, no suele existir una vena radicular de drenaje principal semejante a la arteria de Adamkiewicz (Nieuwenhuys et al; 2009), aunque algunos autores sí la identifican (Fried et al; 1971) (Carpenter; 1992).


    El plexo venoso medular interno está contenido en el espacio epidural, entre la duramadre y el periostio vertebral. Formado por dos o más canales venosos longitudinales, anterior y posterior, se conectan entre sí en muchos niveles, desde el canal basilar del occipital hasta los plexos venosos pélvicos, sin pasar por los pulmones, por lo que constituye una vía de diseminación metastásica desde la pelvis (por ej., desde el plexo venoso prostático) hasta el encéfalo (Ropper et al; 2005).


    Las venas y los plexos venosos espinales no poseen válvulas. Esto puede facilitar procesos en los que desde el torrente venoso se alcanza la médula en dirección retrógrada, como en el caso de los infartos por embolismo fibrocartilaginoso (fragmentos del núcleo pulposo de los discos intervertebrales que embolizan hacia la médula por degeneración previa y aumento de la presión local acompañando algún movimiento brusco espinal que los fragmenta y propulsa) (Tosi et al; 1996).

    BIBLIOGRAFÍA
    Carpenter MB (Ed.). (1992). Vascularización del sistema nervioso central. En: Fundamentos de neuroanatomía. Buenos Aires: Editorial El Ateneo.


    Fried LC, Doppman JL, Di Chiro G. (1971). Venous phase in spinal cord angiography. Acta Radiol: diagn. 11: 393.


    Melissano G, Chiesa R. (2009). Advances in imaging of the spinal cord vascular supply and its relationship with paraplegia after aortic interventions. A review. Eur J Endovasc Surg. 38: 567-577.


    Nieuwenhuys RN, Voogd J, Van Huijzen C (Eds.). (2009). Irrigación, meninges y circulación del líquido cefalorraquídeo. En: El sistema nervioso central humano, tomo 1, (pp 96-135). Madrid: Editorial Médica Panamericana.


    Ropper AH, Brown RH (Eds.). (2005). Diseases of th spinal cord. En: Adams and Victor’s Principles of Neurology, (pp 1049-1091). New York: McGraw-Hill.


    Testut L, Latarjet A (Eds.). (1984). Médula espinal. En: Tratado de Anatomía Humana, tomo II, (pp 616-696). Barcelona. Salvat.


    Tosi L, Rigoli G, Beltramello A. (1996). Fibrocartilaginous embolismo of th espinal cord: clinical and pathogenetic reconsideration. J Neurol Neurosurg Psychiatry. 60: 55-60.